Una ola de humedad se me metió por cada uno de los poros. Un olor a sencillez, ojos despiertos y mujeres de sonrisas amplias y cabellos negros intensos se atravesaron, encantadoras, ante mis ojos.
La alegría de saber que ahí me esperaban y la curiosidad por visitar templos y parques budistas hicieron parte de mi llegada. En rickshaws (tuctuc) de colores me transporté y visité parques de piedras llenos
de misticismo y de magia.
Una sandía más roja que el rojo de mi bandera, me invitó una y otra vez a saborearla. Vientiane tiene un aire especial de amor y fantasía.
[singlepic id=123 w=320 h=240 float=center]